lunes, 16 de abril de 2007

Cadáveres enajenados

Ayub Raydi se inmoló el pasado 10 de abril en Casablanca (Marruecos), llevándose consigo la vida de un policía. Antes de ayer, dos hermanos, atemorizados por su posible detención tras la caída de los jefes de la célula islámica a la cual servían, decidieron poner fin a sus vidas enfrente del consulado de EEUU en Marruecos. Por fortuna, no hubo víctimas inocentes.
Desde hace algo más de un mes, el terrorismo integrista avanza en la zona del Magreb. Marruecos y Argelia han sido los dos países que más han sufrido este avance. Cabe reseñar, por ejemplo, que el día 11 de abril, en Argel, un atentado con coche bomba delante de la sede de la Presidencia del Gobierno sesgó la vida de 33 personas. Parece ser que el integrismo ya se ha extendido por tierras más allá de Irak o Afganistán y que, de forma lenta pero amenazante, se va asentando poco a poco en estos nuevos países. ¿Cuál es el caldo de cultivo que alimenta esta expansión? La clave se encuentra en la relación que une a Ayub Raydi con los dos hermanos que se inmolaron el sábado.
Y esa relación se llama “Shaquila”, pero tiene muchos otros nombres. Son barrios o, ni siquiera, extensiones de terreno donde la pobreza y el olvido se han adueñado de cada metro de tierra. Un artículo publicado ayer por el diario “El País” narraba cómo se vive allí. Lo poco que hay son chabolas diminutas, sin ventanas ni agua corriente. Dentro de ellas, no hay camas ni muebles, porque no caben en tan ínfimas dimensiones. Dos solares sirven como terreno de juego para el fútbol de los más jóvenes. De esta zona, eran Ayub y los dos hermanos que se suicidaron el sábado. Las condiciones en las que han crecido y han vivido durante toda su vida les han convertido en el objetivo perfecto de captación de las células islamistas. Los mártires necesarios de la yihad. Si uno vive en el infierno, ¿qué más da otorgar su vida por esa “justa” causa? Son jóvenes desesperanzados, cansados, sin sueños que perseguir, porque cualquier sueño se antoja imposible. Están en una calle sin bifurcaciones, caminando por ella hasta llegar al muro que la corta. Y después, sólo queda volver e iniciar de nuevo ese duro camino de la rutina entre la pobreza y la falta de oportunidades.
A los primermundistas, y sobre todo a España por eso de la cercanía geográfica, se nos ha puesto de nuevo el nudo en el estómago, observando como la amenaza islamista se extiende sin detenimiento. El gobierno español ya ha impuesto fuertes medidas de seguridad en las zonas fronterizas a Ceuta y Melilla. Quieren evitar la circulación de esta ideología dentro del país. El PP, en su dialéctica oportunista, exige más seguridad, no vaya a ser que vuelva a ocurrir otro 11-M, ahora que ya sí se toman en serio lo del terrorismo islámico, sobre todo cuando les costó unas elecciones…
Pero, ¿para cuándo EEUU, España, y el resto de países occidentales se van a dar cuenta de que no es Al Qaeda quien de verdad fomenta esta expansión? ¿Cuándo se darán cuenta de que la pobreza a la cual están sometidas estas zonas es de verdad el factor clave que fomenta el terrorismo integrista? Estas zonas han sido las grandes olvidadas por las potencias, y ahora el fruto que recogen es sólo el aviso de esos desesperanzados, de esos olvidados, de esos apartados que, sin dar valor alguno a su vida, deciden rendir cuentas a su manera. Y a nosotros sólo nos queda protegernos, atrincherarnos en nuestra jaula de oro, esperando que no ocurran pesadillas como el 11-M. Pero tras las fronteras, el odio se sigue fomentando, y el tablero de juego ahora lo dominan aquellos que se valen de los cadáveres vivientes, los juguetes rotos de un Occidente que recoge lo que ha sembrado. Las verdaderas víctimas se llaman, por ejemplo, Ayub Raydi, y viven en zonas como Shaquila. Allí es donde se encuentran las amenazas manifiestas de ese terrorismo islámico. El siguiente suicida procederá de allí. Lo sabemos. Al igual que sabemos el eje central del problema. Pero preferimos dar la espalda al verdadero problema y gastar el dinero en protegernos de algo que nosotros mismos hemos creado. Evitar la pobreza sigue siendo una solución olvidada.

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